En la vida cotidiana, a menudo escuchamos la expresión «ser una avestruz» para describir a alguien que evita enfrentar problemas o situaciones incómodas. Esta frase se deriva de un mito popular que sugiere que las avestruces esconden la cabeza en la arena cuando se sienten amenazadas. Sin embargo, ¿qué tan preciso es este mito y qué implica realmente «ser una avestruz»? En este artículo exploraremos el origen de esta expresión, su uso en distintos contextos, y cómo podemos evitar caer en este comportamiento.
El mito de la avestruz y su origen
El mito que relaciona a las avestruces con la acción de «esconder la cabeza en la arena» es bastante antiguo y proviene de la antigua Roma. Plinio el Viejo, un naturalista y escritor romano, fue uno de los primeros en difundir la idea de que las avestruces enterraban la cabeza cuando sentían peligro. La imagen de un ave gigantesca, que literalmente «entierra su cabeza en la arena» para evadir la realidad, se convirtió en una poderosa metáfora para describir a las personas que prefieren ignorar los problemas en lugar de enfrentarlos.
En realidad, las avestruces no esconden la cabeza en la arena. Cuando se sienten amenazadas, tienen diferentes estrategias para protegerse. A veces se agachan y bajan la cabeza hacia el suelo para camuflarse, ya que su plumaje marrón puede confundirse con el paisaje seco de las sabanas africanas, lo que hace que parezca que han «enterrado» la cabeza. Pero lo que realmente hacen es estar atentas y listas para correr, utilizando su velocidad como defensa. Este mito, aunque incorrecto, ha persistido a lo largo de los siglos y se ha asentado como una expresión metafórica muy extendida.
¿Qué significa «ser una avestruz» en el ámbito personal?
«Ser una avestruz» en la vida diaria se refiere a la tendencia de una persona a ignorar problemas o situaciones conflictivas, esperando que desaparezcan por sí solos. Este comportamiento puede manifestarse de diferentes maneras, desde el retraso en tomar decisiones importantes hasta evitar conversaciones difíciles con otras personas. El común denominador es la negación o el aplazamiento de la realidad en lugar de enfrentarla de manera directa.
Evitar decisiones difíciles
Una de las formas más comunes en las que las personas «actúan como avestruces» es retrasando decisiones importantes. Esto puede suceder tanto en la vida personal como en el trabajo. Por ejemplo, una persona que sabe que debe hacer un cambio de carrera pero teme las consecuencias puede evitar tomar una decisión al respecto, incluso si sabe que su situación actual no es sostenible a largo plazo.
En muchos casos, esta evitación puede tener consecuencias graves. Cuando no enfrentamos los problemas, a menudo estos tienden a empeorar con el tiempo. La acumulación de responsabilidades postergadas o decisiones no tomadas puede llevar al estrés, la ansiedad y, en algunos casos, a la pérdida de oportunidades importantes.
Evadir conversaciones difíciles
Otro ejemplo claro de comportamiento tipo «avestruz» es evitar conversaciones que podrían ser incómodas o conflictivas. Por ejemplo, en una relación de pareja, uno de los miembros podría estar insatisfecho con algún aspecto de la relación, pero evita hablar del tema por miedo a generar una discusión o, peor aún, provocar una ruptura. En el ámbito laboral, un empleado que no está satisfecho con sus condiciones de trabajo puede evitar hablar con su jefe por temor a represalias.
El problema de evitar estas conversaciones es que la falta de comunicación puede generar malentendidos y agravar los problemas en lugar de resolverlos. En el fondo, «ser una avestruz» puede llevar a la ruptura de relaciones, tanto personales como profesionales, que podrían haberse salvado si se hubiera enfrentado el problema desde el principio.
Las consecuencias de «ser una avestruz»
La tendencia a evadir los problemas no es solo un rasgo de comportamiento que afecta a nivel individual, sino que también puede tener implicaciones en otros aspectos de la vida, incluyendo el trabajo, las relaciones y la salud mental.
Estrés y ansiedad acumulada
Ignorar los problemas no los hace desaparecer. Al contrario, en muchos casos los problemas se agravan con el tiempo y pueden generar una sensación constante de estrés y ansiedad. Las personas que «entierran la cabeza en la arena» tienden a experimentar altos niveles de preocupación interna, ya que saben que hay cuestiones pendientes que deben ser resueltas. Este estrés acumulado puede afectar no solo la salud mental, sino también el bienestar físico, contribuyendo al desarrollo de enfermedades relacionadas con el estrés como la hipertensión o los trastornos del sueño.
Impacto en las relaciones personales
El comportamiento evasivo también puede afectar negativamente las relaciones interpersonales. La falta de confrontación de los problemas puede generar resentimiento entre las personas involucradas. Al no abordar las preocupaciones o inquietudes, se corre el riesgo de que la relación se deteriore lentamente hasta llegar a un punto de ruptura. Las relaciones, ya sean de amistad, de pareja o familiares, requieren una comunicación abierta y honesta para prosperar. Evitar estos problemas puede hacer que las relaciones se vuelvan tensas o disfuncionales.
Consecuencias laborales
En el ámbito laboral, el comportamiento «tipo avestruz» puede tener consecuencias graves para la carrera profesional de una persona. Evitar el conflicto en el trabajo, ya sea con compañeros, jefes o clientes, puede llevar a problemas mayores. Por ejemplo, una persona que evita confrontar a un compañero que no está cumpliendo con su parte del trabajo podría acabar asumiendo una carga adicional, lo que podría afectar su rendimiento y generar resentimiento. Además, la falta de acción para resolver problemas organizacionales o de desempeño puede hacer que la persona pierda oportunidades de ascenso o crecimiento dentro de la empresa.
Cómo evitar «ser una avestruz»
Reconocer la tendencia a evitar los problemas es el primer paso para cambiar este comportamiento. Para aquellos que desean enfrentar sus desafíos en lugar de ignorarlos, existen estrategias útiles.
1. Aceptar la realidad
El primer paso para dejar de «ser una avestruz» es aceptar que los problemas no desaparecerán por sí solos. Enfrentar la realidad tal como es, sin negación ni evasión, es fundamental. Esta aceptación no solo permite tener una visión clara de la situación, sino que también reduce la ansiedad que proviene de la incertidumbre.
2. Dividir los problemas en partes manejables
Uno de los motivos por los cuales las personas evitan enfrentar los problemas es porque los ven como algo abrumador. Una buena estrategia es dividir los problemas en partes más pequeñas y manejables. Abordar una cuestión a la vez hace que el proceso sea más accesible y menos intimidante.
3. Buscar apoyo
No es necesario enfrentar los problemas en solitario. Hablar con amigos, familiares o colegas puede proporcionar una perspectiva diferente y ofrecer apoyo emocional. A veces, simplemente compartir lo que nos preocupa puede aliviar gran parte de la carga.
4. Tomar acción
Finalmente, la clave para evitar «ser una avestruz» es tomar acción. Incluso los pequeños pasos hacia la solución de un problema pueden tener un gran impacto. La acción, por mínima que sea, es mejor que la inacción, ya que nos coloca en una posición de control sobre nuestra situación.
Conclusión
«Ser una avestruz» es una metáfora poderosa que describe el comportamiento de evitar enfrentar los problemas, una tendencia que puede afectar negativamente la vida personal y profesional. Aunque este mito no es representativo del comportamiento real de las avestruces, ha perdurado debido a su relevancia simbólica. Para superar esta tendencia, es importante reconocer los problemas, dividirlos en partes manejables y tomar acción para resolverlos. Al hacerlo, podemos vivir de manera más plena y con menos estrés.